Historias de Cimerio. La Soledad. (II)
Cimerio no sabía como demonios había tardado tanto. Como había podido esperar tanto teniendo una llave tan sencilla para luchar contra la soledad que le rodeaba en algunos momentos. Y es que Cimerio había vuelto a hacer deporte. El deporte, que tanto lo había acompañado en su vida desde niño, se abría ante él como una vía de escape a la soledad. Casi ni se acordaba de la maravillosa sensación de darse una ducha en los vestuarios, después de darle un buen tute a su corazón, a sus pulmones y a sus músculos. Casi no se acordaba de lo agradable que es ir por la calle con su mochila al hombro recién duchadico, con ese cansancio tan “agradable”, a paso lento, muy lento, sintiendo que por algún milagro, sus pulmones parecían el doble de voluminosos que dos horas antes. Casi no se acordaba del hambre agobiante que le entraba por las noches después de machacar su cuerpo, que le daban ganas de comerse un hipopótamo pero que, al menos por esa noche, sentía que se lo había merecido.
Ahora que después de dos años había vuelto a tomarse en serio lo del deporte, no había vuelto a tener una tarde como las que solía tener un par de meses antes cuando trabajaba por las mañanas, donde se pegaba unas siestas de casi cuatro horas, haciéndole perder todo el puto día, y jodiéndole vivo, o cuando tenía que estudiar por las tardes, donde le costaba tanto levantarse por las mañanas. Ahora no, ahora por las tardes en cuanto la digestión decía“ hasta aquí hemos llegado campeón”, o por las mañanas en cuanto sonaba el despertador, Cimerio salía pitando para darse un chute por vía intravenosa de su nueva y olvidada droga anaeróbica y aeróbica... En fin, que de momento, por estas semanas, parecía que la soledad mental era menor, y Cimerio se sentía mejor.
Ahora que después de dos años había vuelto a tomarse en serio lo del deporte, no había vuelto a tener una tarde como las que solía tener un par de meses antes cuando trabajaba por las mañanas, donde se pegaba unas siestas de casi cuatro horas, haciéndole perder todo el puto día, y jodiéndole vivo, o cuando tenía que estudiar por las tardes, donde le costaba tanto levantarse por las mañanas. Ahora no, ahora por las tardes en cuanto la digestión decía“ hasta aquí hemos llegado campeón”, o por las mañanas en cuanto sonaba el despertador, Cimerio salía pitando para darse un chute por vía intravenosa de su nueva y olvidada droga anaeróbica y aeróbica... En fin, que de momento, por estas semanas, parecía que la soledad mental era menor, y Cimerio se sentía mejor.
Mens Sana in Corpore Sano.
4 Comments:
Todo se resume en que cuando tienes salud, las cosas van viento en popa, o por lo menos no puedes quejarte.
Me alegro por Cimerio pero... ¿Realmente se siente mejor?
¿Acaso el sentirse bien físicamente es un sustitutivo de la amistad?
Salu2
Parece que Cimerio esta encontrando la solucion mas cerca de donde pensaba: siendo él mismo.
Cimerio... la madre que te trajo
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