martes, abril 21, 2009

Semana Santa Cartagenera



Este año me he cogido vacaciones en Semana Santa. La verdad es que han sido dos semanas estupendas, donde no ha faltado visita a la familia en Cartagena, muchas copas, fiesta de primavera en Murcia y viajecito por Europa. Pero no puedo dejar de escribir sobre esas sensaciones que tuve en mi patria chica y que se han mostrado ante mí de nuevo recordando épocas pasadas y de niñez. La Semana Santa en Cartagena es la fiesta por antonomasia, en el sentido integrante e implicativo de la palabra "fiesta", más que la Navidad, o los Cartagineses y Romanos, o la celebración del campeonato de la Eurocopa de futbol por La Roja en la Plaza de España. Y llama la atención cómo rememorar una historia trágica como se supone fue la muerte y pasión de ese tal "Jesús de Nazaret" puede tener tantos preparativos entre sus gentes, noches sin dormir para asistir a las procesiones, el frio en los huesos de esas sillas que ponen en el centro de la ciudad, entre otras y otras incomodidades. Pero independientemente de nuestras creencias, tenemos que asumirlo: la Semana Santa en Cartagena es "nuestra fiesta" y es digna de análisis cultural aunque seas un incrédulo indeseable (cosa que por cierto parece ser nos haría dar cuentas a San Pedro en nuestro último aliento...)
Este año me propuse ver algo que desde niño no hacía, y que era ver la preparación del Jesús Nazareno ("El Marrajo" llamado por los lugareños) en la pescadería de la lonja en Santa Lucía, antes de su salida en la procesión del "Encuentro". Lógicamente, mi llegada a la pescadería fue recibida por mi pituitaria con ese olor a salitre y estacha que solo las aguas del puerto de Cartagena tienen, y que no se pueden encontrar en otro lado. Mis ojos ven mucho gentío, sobre todo detecto mucha gente humilde del barrio castizo de Santa Lucía que, aunque seguro no lo estarán pasando nada bien en los tiempos que corren, no se van a privar de ver a su Jesús Marrajo con sus mejores ropas (aunque sea la misma de muchos años). Impresiona girar tu mirada a la izquierda, y ver los barcos, las redes y los aparejos amontonados, tu vista al frente viendo el trono a medio preparar adornado con sus rosas rojas, y alrededor gente santiguándose, y haciendo fotos. Con la vista a la derecha, se ven los estantes vacíos de la pescadería, donde los gritos de las subastas, el olor a raspallón y grumeje hace que mi nariz recuerde los mismos olores de cuando mi padre me llevaba a verlo con mis propios ojos alguna madrugada de mi infancia antes de irnos de pesquera a los bloques del faro de San Pedro. Mi vista hace otro barrido, y veo a los parroquianos con sus quintos de Mahou en la mano derecha, y el ducados en la izquierda, con los crios revoloteando alrededor y las mujeres guapas y esplendorosas en sus corrillos correspondientes. En un momento me ha dado la neura, miro al Marrajo, y me santiguo. La verdad es que el tío está guapetón. Sí, estoy en Cartagena.