miércoles, noviembre 04, 2009

Tan cerca, pero tan lejos.


No suelo escribir en este Blog sobre mis viajes, ya que aparte de que casi toda la gente lo hace, habría que hacerlo bien y detalladamente para que por lo menos sirviera a alguién de guía (ver el apartado de viajes de este estupendo blog como ejemplo a seguir). Pero la verdad es que en este post, voy hacer una pequeña excepción, ya que me gustaría comentar una anécdota que he vivido en mi último viaje.
Recientemente (la semana pasada), estuve viajando por Marruecos (concretamente por Märrakech y el sur del bajo Atlas hasta prácticamente la frontera con Argelia, donde comienza el Sahara). Después de tantos viajes por Europa (que siempre son pocos), era la primera vez que viajaba a nuestro olvidado continente Africano. Y la experiencia, aparte de muy grata, ha sido diferente. Si, la palabra es "diferente". Me ha sorprendido el calor de sus gentes (aparte del ambiental), la amabilidad, la educación... pero sobre todas las cosas, me ha sorprendido el haberme sentido acomodado, el haberme sentido "superior" respecto a los lugareños, y eso me ha disgustado. Por primera vez he sido consciente que soy de "otro mundo, el bueno", y los parroquianos me lo han echo saber. Y eso me ha hecho sentirme triste. No me ha gustado sentir esa superioridad que como "europeo acomodado" ostento, y eso que Marruecos no es de los países que peor están, pero las diferencias son enormes. En España tenemos también bastante pobreza, pero no sé, me da la sensación de que en el peor de los casos hay un sitio donde al menos por caridad (aunque sea la iglesia del barrio) te van a dar una barra de pan. Allí no. Allí tienes que buscarte la vida, y si enfermas o no puedes, pues te mueres.
La anécdota del viaje objeto de este post y que os quería comentar es la siguente.
Provincia de "Zagora", al sur de la Cordillera del Atlas (Marruecos). Varios amigos y amigas europeos entre los que me encuentro, pagamos unos euros para que nos lleven a pasar la noche en el desierto. Después de 8 horas de viaje en una furgoneta vieja y alquilada, nos disponemos a realizar la "turistada" de realizar los últimos 1o kilómetros hasta el campamento en camello. Despues de ponernos nuestros turbantes (por supuesto) de hacernos nuestras fotos con nuestras cámaras compactas (y alguna reflex último modelo), dos hombres con pinta de bereberes nos guían a través de las dunas en nuestros camellos. Hacemos una parada, y entre la "nada" veo una especia de cabaña de la que salen como 8 o 9 críos, que no superarían los seis años de edad el mayor de todos. Nos piden dinero, y veo que algunos llevan algo entre las manos. Hago el ademán de interesarme y de repente una jauría de chiquillos me rodean. Uno me señala la mochila. Miro y veo que me está señalando una botella de plástico con dos dedos de cocacola que llevo en el macuto. Como está caliente y queda poca, me da vergüenza dársela, y me hecho las manos a la cremallera de la mochila para sacar unas chocolatinas que llevaba. En ese momento empezaron los zagalicos a casi pegarse, empujarse alrededor mia, me vi rodeado de crios, y cuando saqué la jodida chocolatina y empecé a quitarle el envoltorio (dentro había 5 galletas de chocolate) aquello parecía el infierno. Pasé algo de miedo incluso jeje.. Creo que cuando di la tercera galleta el resto me volaron de las manos. Veo una niña que no ha pillado galleta, y me enseña lo que lleva entre sus manos (mi curiosidad inicial). Es la figura (como si fuera papiroflexia) de un camello realizado con hojas de palmera. Me meto la mano en el bolsillo y a la chiquilla los ojos se le abren como platos. Saco la primera moneda que pillo (un "dirham", al cambio 10 céntimos de euro) y se lo doy.
He comprado varias cosas en Marruecos, incluso la jodida típica alfombra, pero el regalo que más ilusión me ha hecho, y que tengo colgado en la pared de mi comedor, es ese camello que solo me costó un puñetero dirham y que encima me hacer sentir culpable por la ganga, ya que se merecía haber sido comprado por muchísimo más dinero. El que fuera.